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La soledad en las personas mayores

Cintia Birán, Psicológa.

¿Qué es la soledad?

Podemos definir la soledad como el hecho objetivo de no estar acompañados, de ser uno solo en las diferentes circunstancias de la vida. De una manera más subjetiva, podemos definirla como aquella sensación de vacío existencial, de melancolía que podemos sentir a pesar de contar con gente en nuestro día a día inmediato. La familia nos llama por teléfono, los nietos pasan a comer entre semana, las amistades nos envían un mensaje, nos visita la vecina, pero en nuestro interior… el vacío. Con suerte. En muchas otras realidades la soledad es palpable, tanto como que existen personas que no tratan con otras durante días incluso meses, personas que llevan muchos años sin compañía, o que, en una soledad más reciente, viven un aislamiento que complica su sensación de bienestar.

La soledad no deseada

La soledad no es “per se” un concepto negativo. La soledad aporta a muchas personas oportunidades de conocerse a si mismo, de pasar tiempo con nuestras carencias y virtudes, con nuestras luces y nuestras sombras. Es verdad eso que dicen por ahí de que conviviremos con nosotros toda la vida, por lo que es importante aprender a conocernos y a amarnos. Cuando vemos la soledad como una oportunidad podemos llegar a buscarla, a apreciarla y sacarle jugo. Pero cuando sentimos que el mundo se nos viene encima, que al pasar mucho tiempo solos se nos oprime el pecho, que no es lo que queremos para nosotros, estamos hablando de soledad no deseada. Según el psicólogo Javier Yanguas Lezaun, en un estudio realizado en España por la Fundación “La Caixa”, se entrevistaron a 14.000 personas de las cuales casi un 70% manifestaban vivir soledad no deseada, siendo las mujeres quienes la padecen en mayor medida. No se trata de una mera estadística sino del reflejo de una realidad que es cada vez más frecuente.

¿Cómo afecta la soledad no deseada a la salud?

A nivel psicológico, la soledad no deseada puede generar problemas de ansiedad, depresión, insomnio, aislamiento, etc. A nivel físico pueden producirse problemas de malnutrición, sedentarismo, escasa adherencia a los tratamientos médicos y medicación, predisposición o aumento del deterioro cognitivo entre otros problemas. Esto nos demuestra que, si bien los beneficios de la soledad pueden existir, pero la soledad no deseada no nos aporta prácticamente ningún beneficio.

Una sociedad cada vez más individualista

Hace no tantas décadas la figura de la persona mayor gozaba de gran trascendencia en la familia. Su opinión tenía un peso, y existía siempre una herencia, aunque solo fuera simbólica, por dejar. Incluso en la sociedad en general una persona mayor era merecedora de respeto y tenía algo que decir. Pero en los últimos tiempos, la realidad ha cambiado, existe un mayor individualismo que hace que cada vez vayamos más a la nuestra, una mayor globalización y tecnologización que facilita que cada vez estemos más solos frente a una falsa sensación de estar acompañados, o al menos en muchas ocasiones se trate de una compañía exclusivamente digitalizada.

Sin embargo, es esta es una realidad que no solo padecen las personas, muchos adultos, incluso jóvenes y adolescentes sienten insatisfacción frente a este individualismo potenciado que nos conduce, otra vez, a una soledad no deseada.

El equilibrio como eje

Mejorar la calidad de vida de las personas mayores es muy complicado si estas se sienten tristes, desmotivadas, solas. Para poder solventar esta situación debemos realizar un abordaje integral. A continuación, se detallan algunas de las situaciones sobre las cuales es importante trabajar y que pueden contribuir a mejorar la situación personal si alcanzamos un cierto equilibrio entre ellas:

  • La salud. Si queremos mejorar nuestro estado de ánimo es importante poder gozar de un nivel de salud aceptable. Esto no significa que para ser feliz se deba tener una salud perfecta, pero sí que será mucho más sencillo afrontar ciertos desafíos si sentimos que nuestro cuerpo, dentro de nuestros límites y posibilidades, también está dispuesto a ello. Para esto es muy importante cuidar nuestro cuerpo acudiendo al médico cuando es necesario, siguiendo los tratamientos prescritos, contando con una alimentación sana y ejercicio, ambos en base a nuestra realidad actual. Si descuidamos el cuerpo, poco a poco se irá descuidando también nuestra mente. Si la enfermedad está ya instalada en nosotros es importante potenciar otras áreas de nuestra vida también (como las que se mencionan a continuación) las cuales nos ayudaran a sobrellevar el momento que atravesamos.
  • Socializar. El ser humano es un ser eminentemente social, es una de sus mayores características. Su instinto gregario hace que tienda a buscar compañía y a moverse “en manada”. Es posible que nuestra realidad no se ajuste a lo que deseábamos, que la familia se haya ido achicando o simplemente no hemos llegado a formar una. Los amigos parten, la gente se muda, algunos vínculos se rompen, y puede que nos encontremos más solos de lo que teníamos previsto en este punto de la vida. Es una realidad que puede suceder a cualquiera, es más habitual de lo que podemos llegar a suponer, pero esto no implica que nos quedamos solos si este no es nuestro genuino deseo. Nunca es tarde para poder comenzar una relación de pareja, reconstruir aquella amistad que hemos dejado de lado por un pequeño malentendido o simplemente apuntarnos a aquella actividad que siempre habíamos deseado hacer y hasta ahora no hemos podido. Las opciones para estar acompañados son múltiples y para ello hay que ponerse manos a la obra. Algunas ideas son: acudir a un casal de personas mayores o centro de jubilados, apuntarse a taller de memoria, ir a un gimnasio, participar de tertulias, aplicaciones para conocer gente, retomar antiguas amistades, etc.
  • La formación. Hacerse mayor no implica dejar de aprender, aprendemos incluso hasta el momento en que morimos. Si durante la vida hemos realizado el recorrido que deseábamos, este puede ser un buen momento para profundizar en aquello que nos interesa, incluso conocer nuevas disciplinas. Si no hemos podido formarnos, existen numerosos cursos, incluso carreras, talleres, en formato presencial u online, que permite a las personas seguir adquiriendo nuevos conocimientos,
  • La espiritualidad. Este punto es muy importante e irá en consonancia con las creencias de cada persona. El enfoque religioso y espiritual ayuda a las personas a encontrar una visión trascendente de la vida, sin limitar nuestra existencia exclusivamente a lo físico y material. En los momentos de desolación, incluso frente a procesos de tanto dolor cómo las enfermedades, la soledad o la muerte, nuestras creencias religiosas pueden ayudarnos a encontrar respuestas, a desarrollar nuestras fortalezas y nos dan algo que es muy importante para sentirnos bien, y esto es la esperanza.
  • Ayuda psicológica. Hasta aquí hemos dado unas cuantas ideas que pueden resultar interesantes. Sin embargo, es posible que encontremos en nosotros mismos ciertos bloqueos: “¿para qué hacer nada?”, “mejor ya me quedo así”, “no tengo ganas”, “me da pereza”, “no tengo fuerza” y un largo etcétera. O quizás estamos pasando por un momento de mucha tristeza, incertidumbre, o sentimos que necesitamos un empujón. Estos son indicadores de que podemos estar necesitando terapia psicológica. Todas las ideas que mencionamos anteriormente fluirán mucho mejor y tomarán más impulso si nos sentimos a gusto y si tenemos un espacio donde poder tratar nuestras preocupaciones y conflictos. Para esto está la terapia.
  • Nuevos horizontes. Para terminar, me gustaría destacar la importancia que implica para la motivación tener nuevas ilusiones. Hay personas más tranquilas que anhelan con todo su corazón llegar al momento de la jubilación para poder relajarse y disfrutar. Para otras personas, hacerse mayor es sinónimo de aburrimiento y no están dispuestas a pasar por ello. En este caso, una manera de combatir la rutina proponerse nuevos desafíos, nuevos horizontes. No se trata de ocuparnos simplemente para que se pase el día, ni de ir a escalar la montaña más alta del mundo, sino de marcarnos objetivos nuevos y que estos sean realistas. Quizás empezar por algo pequeño para poco a poco ir creciendo. Si eres una persona inquieta y curiosa, esto no tiene por qué cambiar al llegar a la vejez, puede ser de gran ayuda para mantenerse activos y conectados.

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